martes, 2 de noviembre de 2010

Matías Moscardi


Del libro Una, dos comadrejas (Vox, 2010)

I.

enharinado quieto, sobre el plato.
eso que no tiene nombre, no.
podría ser: el nombre de un hueso,
el nombre de un antiespasmódico;
el nombre de algo intacto, como
la cámara digital que encontraron
en el estómago de un tiburón,
muerto en la playa.

precisamente esto enharinado,
esto quieto ahí
quieto ahí:
sobre el plato floreado, esto
y no aquello: un corazón, frito,
de pez o el invierno dos puntos
deformado.

el momento en que comienzan a nacer
unas flores que se desprenden casi
de inmediato, cuando del árbol brota
el fruto. se desprenden como si ciertas
cosas no pudieran coexistir: madres que,
al dar a luz, mueren.

la belleza justifica lo que mata, orfeo.
aquello: radio etiopía, caballos.
esto: una larva sobre la madera.
(una larva, es decir, un fantasma).

mi madre me decía orfeo, estás
al revés de la luz; quería decir
contra la luz, pero decía al revés
de la luz, orfeo, así no puedo ver
si eso que sangra es el hijo nutrido
de tus heridas o la lombriz de sombra
que forma con tus pelos, el vapor.

su madre le contaba la historia
del abejorro y la oruga.
el abejorro estaba enamorado
de la oruga, orfeo. un día, la oruga
murió envuelta en un capullo.
el abejorro permaneció
junto a ese féretro natural
hasta que finalmente,
como de un huevo pelado,
salió una mariposa.

el abejorro,
orfeo, odia
a la mariposa
que mató
a la oruga.

pero el eco no es solamente
un sonido del pasado, madre,
el eco nos dice cómo es el fondo
de aquello que no podemos
alcanzar.

con el corazón emplatado.
cadáveres de cangrejos que crujen
como cáscaras de huevo: el sonido
de lo primero que alguien mata en su vida.
se deshace en la velocidad todo lo quieto
del otro lado del vidrio: pastan vacas negras,
una línea de vacas negras como una oración
quemada sobre el pasto. pastan, esperando
que arriben a tiempo las palabras vacas
para eso que mira y cuando finalmente llegan,
lo que miraba apunta, ahora, con un dedo
a la cabeza.

madre, madrecita pelada, ¿es verdad que todo
lo que besamos nos va cociendo los labios
con hilos finísimos, como una tanza de saliva
que a pesar de su fragilidad nos corta
la circulación? ¿es verdad que lo que
un día cualquiera, a una hora determinada,
es un ser querido, al minuto siguiente
puede transformarse en el portador
de un virus contagioso?

a los niños les gusta matar y transmitir
su espanto a los insectos. la polilla
es el niño más pequeño de la violencia.
niños que asustan con pedazos de un perro
a otros niños y aprovechan lo que queda
de la columna como navaja
para el degüelle.

nosotros también jugábamos a la muerte.
yo peleaba con mi hermano y me dejaba golpear
sobre el piso del garage, en silencio, disimulando
la respiración, mientras un amigo le decía a mi hermano
que me había matado, hasta hacerlo llorar. entonces,
yo me levantaba y lo tranquilizaba diciendo:
el que muere, muere.

en la sala de operaciones, preguntó
si la máquina sobre su cabeza
realmente se movía o si el movimiento
era un efecto de la anestesia. cuando
dejó de rumiar, el veterinario explicó
que mirar por mucho tiempo un objeto
determinado, en cualquier contexto,
puede provocar un leve mareo.

después usaron números para explicarte
que los tumores inofensivos miden
cinco milímetros y que abajo de tu pecho
encontraron dos que, juntos, miden siete.

tu ansiedad es la mía, madrecita.
hoy te imagino como un pequeño pez ángel
colgando, congelado, en un puesto del puerto.
mañana, como harina de pescado. y pasado,
apenas como una luz pelada.

le estás poniendo demasiadas palabras
a esto, orfeo, a esto que es apenas
un corazón frito de pez, apenas un huevo
pelado roto, cangrejo pisado, cáscara machacada
en mortero, larva, rama con forma de alguacil,
con forma de letra Y griega muerta sobre la calle,
muerta sobre un insecto cuyos oídos son como
dedos en una escuela para ciegos. y aún así, orfeo,
sólo estoy pelada. ni madre, ni madrastra.
el nombre de esto se desprendió como se desprende
un pelo que cae al plato y alguien come con asco,
disimuladamente, por no llevarse los dedos
a la boca.


Nota: nació en Mar del Plata, en 1983. Sus libros son: Los círculos del agua (dársena3, 2006) Pluvia (Vox, 2008) y Una, dos comadrejas (Vox 2010).

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